"Habemus Perrus"
- enabaro
- 28 abr 2016
- 4 Min. de lectura

Ya hace casi dos meses que tenemos en casa un peludo inestable sin nombre. Nunca hemos sido "personas de mascotas", pero el chicuelo llego a casa como el voto electrónico - sigiloso y sin pedir permiso - y se hizo de un lugar especial en la casa (de hecho se hizo en varios jeje). Pero así como llego y se ganó el cariño de todos (aunque no todos lo aceptemos), tuvo que irse; dejándonos a todos (a unos más que a otros) con un huequito en tobo del cariño.
La cosa empezó como cualquier guerra, con una amenaza anónima de que alguien en casa quería un perrito y se valdría de cualquier medio para conseguirlo. Un par de semana después, pese a nuestra sugerencia de tener un gatito (son más independientes, creo...), y con un poco de "complot" de unas mini-espías con coletas, llego a casa el susodicho con un par de meses de nacido. Felizmente adoptado, no comprado (en eso sí que no cedimos, los perritos no se compran).
Estuvo escondido un par de días, hasta que sus ladridos de cachorrito lo delataron una mañana de trabajo. En pocas horas la noticia se corrió por los responsables de la inmigración ilegal, y las sonrisas picaras no se hicieron esperar. Total, ya el perrito estaba en casa y con todos sus papeles en mano (o pata)... resignación... es difícil resistirse a una colita feliz y un par de lamidas cariñosas.
¡El perrito se queda!, pero no sin antes tener una seria conversación sobre las responsabilidades de tenerlo en casa. Sinceramente nosotros no queríamos mascotas ahora, no porque seamos malos y sin corazón, sino porque tener un bichillo en casa es todo un trabajo de tiempo y compromiso... y nosotros carecíamos de ambas cualidades; además, ya lo dijimos - "no somos personas de mascotas".
La idea de tener un animalito estaba en nuestras cabezas, pero nos cogió en un momento inestable de nuestras vidas. ¡Lo sabemos! es un poco "cuadrada" la idea de que hay un momento perfecto para eso, pero mucha gente seguro coincidirá con nosotros. Si no estás listo para entregarte y hacer feliz a ese peludín que se "mea" de felicidad al verte, entonces es mejor que te lo pienses dos veces, te organices y lo busques cuando estés preparado; porque si no él podría pasarse un mal rato.
Sin embargo el chiquillo ya estaba en casa... ¡y era geniaaal! Le pusieron de nombre "Chispita", cuestionable, pero adorable. Aunque nosotros le llamábamos "Perro". Le compraron juguetes, comida, bastaaaante periódico, correa, vacunas, un hueso, una cama de "césped artificial" y hasta le dieron su propia habitación en la casa (con closet jaja).
El tipito era el consentido de todas las visitas. No podríamos explicar lo chévere que era llegar a casa y que te recibieran con saltos y mordidas. Salir a correr. Llevarlo en el coche con la ventana abierta al parque y verlo revolcarse como loco en un estado de "asustado/extra-emocionado". Tirarle la pelota y que no la trajera de regreso. Un día hasta me dio gusto sacarlo a cagar.
Lo más difícil de todo esto es que sucedió lo que esperábamos. El trabajo y otras responsabilidades ocupaban gran parte de nuestro día. El pobre Chispita empezó a pasar las mañanas solo en la casa. Luego las tardes en una habitación. Luego el día entero en la cocina. Los horarios de comer se hicieron algo complicados. Y era imposible llegar y no conseguir sus "regalitos" por todos lados. Claro, no era su culpa. Nadie estaba allí para cuidarlo.
Una tarde, de esas pocas que podíamos estar en casa temprano, lo escuchamos aullar en el segundo piso y fue cuando se armó el alboroto. La idea de que "Chispitas" estaba pasándola mal en casa era obvia. No podíamos coincidir en horarios con el perrito y era egoísta pensar que el chiquillo podría ser independiente. Pasar el día solito y que luego llegaran todos al final de la noche a apapucharlo por un par de horas antes de dormir no nos parecía justo. No era un juguete, era un perrito. Todos tragamos saliva y pensamos que lo mejor era buscarle al "Chispas" un sitio mejor. La decisión puso a todos en modo "melancolía".
Gracias a ese "cabeza de ñame" hemos tenido un cambio de esquemas. ¡Los animalitos son lo máximo! y definitivamente logran derretir todas tus capas de indiferencia y seriedad hasta llenarte de una alegría espectacular. Como los niños jeje. No hay lugar que no alboroten con sus "cosas de perros" y es imposible no verlos sin sonreír. Hace dos meses pensábamos en la ladilla de tener que hacernos cargo de un animal, y terminamos hablándole al perro a cada rato como si fuera una conversación con un amigo (como si nos fuera a contestar jaja). Son hasta terapéuticos. Te complementan en cosas que ni te imaginabas.
Ahora la idea de tener mascotas en más bien una meta. Nos organizaremos para poder darle casa y cariño a un animalito lo más pronto posible. Y esta vez no tendrá que irse. Creemos que la familia no estará completa hasta que no le pongamos su collar a un "cuadrúpedo peludo". Todos los niños deberían crecer con una mascota.
Es como esa idea de que aprendemos disciplina, compromiso y trabajo en equipo cuando practicamos algún deporte... definitivamente desarrollaríamos empatía, confianza e inteligencia emocional si nos dieran un perrito a los 8 años.
Chispas esta genial. Ahora vive en una casa con un patio inmenso, en una familia con niños. Tiene otro perrito con quien pasarse la tarde, y definitivamente hay alguien pendiente de él todo el día. Ya no se llama “Chispita”, se llama “Faraón”. El otro día nuestra madre fue verlo y regreso con esa sensación de "estar feliz de estar triste" porque Chispas esta grande, gordito y feliz en su nueva casa y nosotros contentos por él desde la nuestra. Fue la mejor decisión aunque lo extrañamos.
Ahora no es que seamos “dog lovers” ni nada de esas vainas, pero definitivamente estamos abiertos a la idea universal de que “son los mejores amigos del hombre”… y cuando estemos listos habrá un nuevo espacio en casa para otro perrito... o un hurón jaja
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